Ali
Salem es periodista, escritor y miembro del nutrido grupo de
intelectuales saharauis en el exilio que ha utilizado la palabra como
herramienta para la internacionalización de la cultura, la tradición y
la idiosincrasia de su pueblo. Nació en Villa Cisneros, la actual Dajla,
en las postrimerías de la época colonial española, y pasó parte de la
infancia, como muchos de sus compatriotas, entre las arenas de los
campos de refugiados del sureste de Algeria, uno de los lugares más
inhóspitos del planeta. "Somos un pueblo nómada que viajaba con el
ganado en busca de la lluvia y de los pastos".
Sin embargo, los hijos de las nubes llevan 45 años detenidos en el
tiempo, desde que el rey Juan Carlos I abrió las puertas a la ocupación
marroquí a cambio de garantizarse el apoyo de EE.UU y Francia a su
reinado posfranquista. "España no puede eludir su responsabilidad moral e
histórica con el pueblo saharaui", reivindica el escritor.
España no puede eludir su responsabilidad moral e histórica con el pueblo saharaui
Las relaciones entre Marruecos y España cohabitan en el complicado
matrimonio de los intereses económicos y el chantaje. A este lado del
estrecho no se quiere renunciar a la pesca, al fosfato y a la arena que
se obtiene con el saqueo de los recursos naturales del Sáhara, mientras
que la tiranía alauí, en su delirio expansionista, utiliza el
terrorismo, el tráfico de drogas y la inmigración como una correa con la
que maneja a su antojo la posición diplomática de España. "Lo que
sucede en el Sáhara es un elemento determinante en la relación entre
Rabat y Madrid", denuncia Ali.
No es casualidad que el reinicio de las hostilidades en los
territorios ocupados haya coincidido con un aumento de la llegada de
pateras a las Islas Canarias, como tampoco es fruto del caprichoso azar
que partidos que durante su etapa en la oposición manifestaban sin
fisuras su apoyo a las reivindicaciones saharauis, se hayan puesto de
perfil ahora que sus pasos caminan sobre las mullidas moquetas del
poder. Los representantes políticos no siempre representan, valga la
redundancia, el sentir generalizado de sus ciudadanos, y en materia del
Sáhara Occidental hay una distancia sideral entre la proactividad de los
gobernados y la inacción de los gobernantes. La cultura saharaui
siempre ha apostado por la vía pacífica y el diálogo para la resolución
del conflicto, y aunque Ali reconoce que "la guerra no beneficia a
nadie" sabe que el ruido de las armas es la consecuencia directa del
silencio de la comunidad internacional.
La Misión de Naciones Unidas para el referéndum en el Sáhara
Occidental (MINURSO), como su propio nombre indica, fue creada en 1991
con el único propósito de garantizar la celebración de una consulta de
autodeterminación en un plazo no superior a un año, pero han pasado casi
tres décadas y lo que fue concebido como un elemento dinamizador para
poner fin a la conflagración se ha convertido "en un mero actor pasivo,
un observador". Násara Iahdih califica la actuación de Naciones Unidas
como "deplorable" y acusa al organismo de una complicidad que ha servido
para perpetuar la constante violación de los derechos humanos en los
zonas ocupadas. Son días convulsos para la extensa diáspora saharaui
residente en España, que desde hace 5 días trata de digerir el inicio de
la guerra con una mezcla de "esperanza y preocupación".
Násara Iahdih califica la actuación de Naciones Unidas como "deplorable"
Násara es el reflejo de una figura trascendental para comprender el
carácter de los habitantes del Sáhara. Las mujeres del desierto son la
cabeza que hace funcionar la vida en los campamentos de refugiados y el
cuerpo que se bate el cobre, frente a frente, en las zonas invadidas.
Esta joven saharui, a la que se le nota en el habla los tonos de la
musicalidad andaluza donde reside, lleva todo su vida luchando contra
una doble opresión: la que viene determinada por su sexo y la que está
condicionada por su origen. Quizá por ello articula un mensaje sin
paliativos, directo al mentón, cuando se refiere a los "malnacidos" de
las autoridades marroquíes y critica con dureza a Unidas Podemos, el
partido en el que depositó su confianza y que "jamás pensé que fuera a
traicionarnos". Pero Nasara también tiene espacio para la ternura cuando
recuerda con nostalgia su infancia en el desierto, una etapa
"agridulce", pero en la que los niños y las niñas "saben encontrar el
lugar para la diversión y la esperanza".
Se reconoce emocionalmente ligada a España, país al que llegó a los 8
años para encontrar refugio contra el calor abrasador que sacude los
campamentos de refugiados durante el estío, y lamenta que los lazos de
hermandad que se han fraguado con el pueblo español no se hayan visto
nunca reflejados en la actitud de los gobernantes: "España nos vendió
por unos cuantos barcos de pescas y cuatro cosas más, mientras nos
prometía que iba a estar a nuestro lado". Lo sufrió su abuelo, que tras
luchar junto a los soldados españoles tuvo que ver como aquella patria
por la que sangró en las trincheras le dejaba en la estacada, y lo
sufren sus tíos y sus primos hermanos, que ahora baten armas en el
frente. "Yo soy una defensora de la paz, pero veo la guerra con
esperanza en el sentido de que algo va a cambiar".
Al igual que Násara, Taleb Alisalem cree que "hay que dejar que las
armas hablen". Es una postura común entre los jóvenes saharauis, más
partidarios del enfrentamiento directo que sus mayores. Pero no es una
actitud belicista, sino la consecuencia de la ruptura del alto el fuego
que se produjo el pasado 13 de noviembre, cuando el ejército marroquí
atacó a un grupo de civiles que se manifestaban pacíficamente en el
extremo sur del Sáhara Occidental. "El pueblo saharaui lleva 29 años
apostando por la solución pacífica. Le hemos dado muchas oportunidades a
la paz, pero ahora, el ejército nacional del Sáhara ha decidido
emprender la batalla en respuesta a la agresión marroquí y al silencio
de la comunidad internacional".
Taleb tiene 28 años, de los cuales ha pasado gran parte en España.
Fue aquí cuando comenzó a ser consciente de la situación de hostilidad
en la que vive su pueblo, tras comprobar en primera persona que existía
una vida diferente más allá de la precariedad de un campo de refugiados.
"Tenemos recursos naturales, instituciones y organización política.
Tenemos un territorio que nos pertenece por historia y por derecho
internacional. ¿Por qué tenemos que seguir malviviendo de la ayuda
internacional cuando podríamos estar mejor que algunos países
europeos?", se pregunta.
Su hermano mayor ya se encuentra en combate y su otro hermano,
residente en España, ha comprado un billete para regresar y presentarse a
filas. El exilio saharaui es uno de los grandes dolores de cabeza de
las autoridades marroquíes. Los miles de expatriados que viven en España
protestan constantemente frente a las delegaciones diplomáticas del
régimen de Rabat y cientos de ellos quieren regresar al Sáhara para
tomar las armas, extremo que confirma la Delegación del Frente Polisario
en Madrid. "Supongo que todos iremos volviendo en función de los
acontecimientos. Mientras tanto, los que seguimos fuera, estamos
haciendo una labor de concienciación para que el mundo sepa lo que está
pasando". Taleb habla en términos globalistas, pero sabe que el saharaui
es un conflicto olvidado, incluso por aquellos actores que deberían
estar con los pies sobre el terreno. "El papel del gobierno de España es
indignante y me da mucha pena. Soy una persona de izquierdas, acudí a
los mítines de Unidas Podemos y me parece vergonzoso que un gobierno que
se dice progresista y democrático apoye al estado terrorista marroquí".
Le preguntó a Taleb si cree que algún día podrá volver a una República
Saharaui independiente, y aunque sus 28 años son de una juventud
envidiable, tiene dudas: "Pero si no soy yo, lo harán mis sobrinos
pequeños".
Es indignante que el gobierno de España, que se dice progresista y democrático, apoye al estado terrorista marroquí
El conflicto saharaui es una cuestión generacional que está muy por
encima de los deseos individuales. Los que ya son adultos han enterrado a
sus padres y a sus abuelos en un territorio ocupado, y los que todavía
hoy tienen la suerte de disfrutar de los mejores años de su vida supuran
las heridas de su pueblo por cada poro de la piel. El compromiso es tan
firme que los campamentos de refugiados saharauis deben ser los únicos
del mundo donde mucha de la gente que tiene la oportunidad de salir para
estudiar y formarse decide voluntariamente regresar. "El Frente
Polisario puso muchos esfuerzos en el tema de la educación. Consiguió
becar a miles de personas en países como Argelia, Libia, Cuba y Rusia.
Fue un éxito, pero a la vez provocó una sensación de frustración cuando
aquellos jóvenes que volvían siendo médicos o ingenieros se encontraban
con un país donde no había futuro para ellos". Salamu Hamudi es
periodista y mantiene en su discurso el tono analítico de un profesional
del gremio. Sabe de los inconvenientes de un escenario de guerra total
contra un enemigo poderoso que tiene de su parte a las grandes potencias
militares del mundo, y por ello reclama "desarrollar estrategias a
largo plazo y canalizar correctamente la euforia que está instalada en
la población".
Pudiera pensarse que las opciones del Sáhara en un conflicto bélico
son escasas, pero conocen a la perfección cada milímetro del desierto y
tienen la experiencia de la guerra de 1975, donde se mantuvieron firmes
durante 16 años hasta la firma de los acuerdos de paz. Además, los
soldados saharauis luchan por una causa, sin contraprestación alguna,
mientras que los marroquíes lo hacen por un sueldo muy bajo y por unas
motivaciones políticas que les son ajenas. "La guerra no va a parar. Nos
asiste la voluntad, la razón, el derecho y nuestra propia existencia.
Lo único que queremos es ser iguales que los demás". Salamu, que llegó a
Málaga cuando solo tenía 13 años, también experimenta la dualidad de la
"decepción" para con los gobernantes españoles que "no pueden
desligarse de su responsabilidad histórica con España", y el cariño y la
fraternidad que siente por el pueblo español: "La solidaridad de los
españoles está presente en cada rincón de los campamentos de refugiados.
Sentimos el afecto y lo recibimos con gratitud".
La guerra no va a parar. Nos asiste la voluntad, la razón, el derecho y nuestra propia existencia
Nasara, Taleb y Salamu llegaron a España gracias a esa fraternidad
entre el pueblo saharaui y las decenas de organizaciones solidarias que
están repartidas por todo el país. Miguel Castro fue durante 17 años
vicepresidente de la Asociación de Amistad con el Pueblo Saharaui de
Sevilla y presidente de la Federación Andaluza de Asociaciones
Solidarias con el Sáhara, organizaciones dedicadas a la ayuda
humanitaria y a la cooperación al desarrollo en los campos de
refugiados.
Miguel acogió a 7 niños en su casa: "se iba uno y venía otro",
recuerda. No escatima en elogios al pueblo saharaui, al que califica
como "muy respetuoso con los acuerdos de paz", ni en críticas al
"cobarde" gobierno de España y a la MINURSO, "que lleva 29 años comiendo
sopa boba". De Naciones Unidas teme "un nuevo intento de engaño al
Frente Polisario" y acusa sin medianías a Marruecos de la ruptura del
alto el fuego y de llevar décadas saqueando los recursos naturales del
Sáhara: "Se llevan hasta el agua, para que nadie pueda sobrevivir allí".
Gracias a la voluntad de personas como Miguel, miles de niños y niñas
han tenido la oportunidad de desarrollar una existencia ajena a las
estrecheces propias de un lugar tan poco recomendado para la infancia
como un campo de refugiados. Niños y niñas que sus familias de acogida
sienten como suyos, y que ahora, ya convertidos en adultos, Marruecos ha
empujado a jugarse la vida en una trinchera. "Ese es el temor que
tenemos. Si a alguno de ellos le pasara algo, a mi familia y a mí nos
dolería muchísimo".
Más allá de los análisis geopolíticos y de los intereses económicos,
más allá de la postura impertérrita de la comunidad internacional y de
los silencios cómplices del gobierno de España y Naciones Unidas, más
allá de los pomposos despachos donde se negocia con las vidas de la
gente como si fueran valores de mercado sujetos a la especulación, la
guerra que de nuevo se cierne sobre el Sáhara Occidental es una cuestión
de justicia con un pueblo al que han obligado a abandonar la paz.
Desmond Tutu decía que "si eres neutral en situaciones de injusticia has
elegido el lado del opresor", y si bien los manuales de estilo dicen
que la labor de un periodista tiene que ser regida por la neutralidad,
mi palabra y yo queremos estar en el bando correcto de la historia, con
los hijos de las nubes.
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