Diario La
Realidad Saharaui/DLRS, sábado 09/05/2020
SABIOS, POETAS Y ERUDITOS SAHARAUIS
Por la escritora y periodista Conchi Moya Fernandez
En 1987 fue secuestrado
y desaparecido 4 años en las cárceles marroquíes. Se va una vida consagrada al saber
de la cultura saharaui.
Sidati Uld Salami
es un conocedor incansable de la tradición oral saharaui en hasania, de los
cuentos de animales, de Shertat, y todo tipo de fantásticas historias y
leyendas. Ciego desde niño, Sidati forma parte de “aquellos cuya enfermedad
significa poderío de los dioses y cuya segunda vista les pone en contacto con
el reverso de las cosas”, hombres privados de
visión pero que se convierten en depositarios de gran parte del tesoro de la
narración oral de su sociedad.
Sidati Uld
Salami Uld Lehbib, nació hacia 1939-1940, su padre se llamaba Mohamed Salem,
apodado Salami y su madre, Tfarrah, era hija de Chej El Luali, uno de los hijos
del mítico Chej Malainin. Sidati Salami nació en Río Blanco, cerca de Bir
Enzarán, en el sur del Sahara.
Su familia
acampaba entonces en la zona en un gran frig. Cuando su madre sintió las
primeras contracciones, y se dirigía a pedir ayuda, tuvo que descansar en una
planta de askfaya y en ese momento nació el niño. La tía de Tfarrah, que la
acompañaba, cortó el cordón umbilical con una piedra de silex, que eran muy
abundantes en la zona, y así vino Sidati al mundo.
Con tres años
empezó a perder la vista, según algunas versiones por “mal de ojo”. Aquí
detengo un momento la narración para explicar que el mal de ojo no consiste en el
Sahara en lo mismo que en la sociedad europea. Es bastante difícil de explicar
y entender para nosotros, pero una causa de mal ojo puede ser alabar en exceso
una cualidad de una persona.
Cuando la
madre del pequeño Sidati notó que su hijo tenía problemas con los ojos le llevó
ante su padre, hijo de Chej Malainin, y hombre muy entendido de los asuntos
religiosos, y le pidió que curara al niño. Chej El Luali le dijo que podría
curarle pero no sabía cuanto viviría, y que si le dejaban como estaba, tendría
larga vida. También le auguró que no necesitaría la vista para destacarse de
sus semejantes”. Así las cosas, Sidati se quedó completamente ciego a los cinco
años.
Empezó
entonces a recibir clases de Corán, y debido a su fantástica memoria pronto
dejó atrás al resto de los niños. Estudió sucesivamente con diferentes
maestros, y durante la ausencia de uno de ellos, a Sidati le ocurrió un nuevo
episodio de “mal de ojo”. El sustituto que le daba clase en ausencia de su
maestro afirmó a la vuelta de éste que Sidati era una máquina de memorizar y
que deberían enseñarle en cada clase el triple de contenido de lo que le daban
en aquel momento. Esta alabanza le costó que se le “secara” la memoria durante
dos años, lo que solucionó tras la visita a un curandero que le devolvió su
asombrosa capacidad para memorizar.
Finalmente
logró memorizar por completo el Corán, recibiendo su título en presencia, entre
otros, de otro de los hijos del Chej Malainin, Chej Mohamed Limam o Mohamed
Abdalahi llamado El Ghal-laui, que años después sería profesor de árabe en los
colegios españoles. Sidati recitó ante varios expertos el Corán entero y sólo
cometió dos pequeños errores. Su abuela le pintó la mano con henna y más tarde
se la untó de mantequilla para que los niños se la lamieran y de esta forma
pudieran memorizar más fácilmente el texto sagrado. Sin embargo no sabía nada
de ninguna otra materia. Un día, mientras que unos jóvenes de la familia de su
madre estaban recitando unos versos, Sidati se dio cuenta de su incultura y se
juró a sí mismo que no pararía en la vida de estudiar y aprender.
Sidati pidió a
su maestro que le dijera cuál era el libro que estaban recitando sus
familiares, resultó ser un manual de gramática que analizaba 51 versos árabes.
Sidati lo memorizó en dos días. A partir de ahí comenzó a memorizar los
principales libros de la producción escrita que entonces había sobre gramática,
literatura y teología.
Pasados varios
años, durante los que Sidati continuó frenéticamente con sus estudios, se
trasladó a Smara, donde siguió recibiendo clases. Allí su familia tenía un
negocio, tras varios problemas con la persona encargada de llevarlo, le
pidieron a Sidati que le sustituyera él mismo, lo que hizo con gran éxito. De
esta forma comenzó a dedicarse al comercio, y abrió una tienda propia.
A finales de
1962 un enviado de Radio Televisión Española le propuso trabajar para la radio
de El Aaiun. Sidati aceptó y comenzó a trabajar con ellos, pero sin aceptar recibir
un salario, porque era “hijo de una familia respetable” y como tal no debía
cobrar por realizar un trabajo. Estuvo trabajando sin sueldo entre 1962 y 1971,
cuando finalmente aceptó recibir su salario. Su trabajo consistía en viajar por
todo el territorio buscando a sabios y poetas para recoger en cintas
magnetofónicas lo más destacado de la tradición oral saharaui. Posteriormente
preparaba su programa a partir de aquellas joyas rescatadas por todo el Sahara
e incluso Mauritania.
Sidati ha
pasado muchas penalidades a lo largo de su vida, ha realizado innumerables
viajes a pesar de su ceguera, para recopilar la tradición oral de su pueblo y
como comerciante. Luchó junto con sus compatriotas en la guerra del 58, y
muchos años después, en 1987, fue encarcelado durante cuatro años por las
autoridades marroquíes de ocupación. Defraudado en cierta forma por el ser
humano, y los engaños sufridos en su comercio por ser ciego, aún guarda en un
cuaderno los nombres y las deudas contraídas por algunos de sus clientes entre
1960 y 1963. De niño creía que era igual que los demás y no aceptaba que le
llamaran ciego. Siempre intentó realizar, con bastante éxito, los mismos
trabajos que los demás, excavar un pozo, hacer cuerdas, arar... Cuando comenzó
a trabajar en la radio aprendió a desmontar y arreglar los magnetófonos y
también sabía arreglar escopetas y hacer de guía en el desierto a camello o en
coche.
La de Sidati Uld
Salami es una historia de superación hasta extremos increíbles. Sidati Uld
Salami forma parte de la biblioteca viva de la enorme tradición oral de su
pueblo.
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