Esta semana se cumplen 44 años de la masacre de Um Draiga. Entre el 18 y
el 23 de febrero de 1976, el ejercito marroquí, bombardeó con fósforo
blanco y napalm a miles de saharauis que escapaban de la ocupación de
sus tierras tras la Marcha Verde de Hassan II. Las bombas mataron entre
2.000 y 3.000 personas. Todo ello ante los ojos cómplices del Estado
español, y la colaboración de Francia y EEUU, las tres principales
potencias que se seguirían beneficiando del expolio de los recursos de
la excolonia española en las décadas siguientes y hasta la actualidad.
La Marcha Verde, la pasividad cómplice española y el inicio del largo exilio del pueblo saharaui
A finales de noviembre de 1975, las principales ciudades del Sáhara
Occidental ya estaban controladas por las fuerzas de ocupación
marroquíes. La Marcha Verde avanzó sin problema con la pasividad
cómplice del Estado español, la potencia colonial ocupante desde 1884 .
Desde el primer momento fueron numerosas las violaciones de derechos
humanos a los que los nuevos invasores someteron a la población
saharaui: robos, incendio de casas, detenciones masivas, torturas,
desapariciones y asesinatos.
Una joven saharaui, Mariam Mohamed
Salem, testigo de los hechos, relató años después: “Por donde pasaban
los tanques y los soldados marroquíes, muchos de ellos drogados con
hachís, cometieron asesinatos en masa; muchas madres y niños saharauis
fueron asesinados simplemente por no decir ¡Viva el rey Hassan II de
Marruecos! (…) Obligaban a que todas las casas fueran adornadas con la
bandera marroquí y la fotografía del Rey de Marruecos; si no se hacía,
se llevaban a la familia entera a la cárcel (…) En la cárcel, las
mujeres fueron dejadas a merced de los soldados marroquíes (…). La
violación era regla general (…) yo estuve cuatro días detenida por
sospechosa de ser miembro del Frente Polisario junto con otras treinta
chicas estudiantes. Muchos de los encarcelados o detenidos nunca
volvieron”.
Ante tal barbarie, decenas de miles de saharauis
cogieron lo poco que tenían para huir hacia los campamentos que se
habían instalado en el interior del desierto. La dureza del viaje y de
las condiciones en que tuvieron que realizarlo, costaron la vida a
cientos de personas, principalmente ancianos y niños, fruto de las altas
temperaturas, la falta de agua, de alimentos, enfermedades y
agotamiento.
En diciembre de 1975, unas 20.000 personas
intentaban subsistir en los campamentos del interior del Sáhara
Occidental, sin atención médicas, ni medicamentos y con graves carencias
de agua, abrigo y comida. En febrero de 1976, ya eran 50.000 y los
alimentos y el agua tuvieron que ser duramente racionados.
La
lucha del pueblo saharaui seguirá contando con el apoyo y la simpatía de
una parte muy significativa del pueblo del Estado español e
innumerables entidades sociales, políticas y culturales. La mejor ayuda a
su lucha es denunciar el rol cómplice del imperialismo español. Un
apoyo internacionalista, sin la más mínima ilusión en los gobiernos de
turno que no dejan de defender ante todo los intereses de las grandes
empresas nacionales.
Hassan II comienza el genocidio del pueblo saharaui: la masacre de Um Draiga
El Rey de Marruecos, al que Juan Carlos I definió como un hermano en su
funeral, apostó por borrar del mapa a la población saharaui como vía
para terminar con la previsible resistencia a la ocupación. Esto incluía
no solo a los combatientes del Polisario, sino también a las mujeres,
ancianos y niños de los campamentos.
Se empleó a fondo en esta tarea
entre los 18, 20 y 23 de febrero de 1976. Durante esas jornadas la
aviación marroquí bombardeó el campamento de Um Draiga con fósforo
blanco y napalm, armas prohibidas que producen gravísimas quemaduras en
la piel y llegan a deshacer la carne y los huesos.
El resultado fue
entre 2.000 y 3.000 muertos, la mayoría niños, mujeres y ancianos. Un
ataque que perseguía borrar del mapa al pueblo saharaui con métodos de
limpieza étnica. Tanto los asesinados como los centenares de heridos,
estaban huyendo de las tropas marroquíes hacia Argelia, que se había
ofrecido a acogerlos.
Una de las supervivientes, Bella, de la
masacre de Un Draiga explicaba en 2015 lo vivido a eldiario.es Bella
“Mis hijos estaban jugando cuando empezaron los bombardeos. Les llamé
para que viniesen conmigo, pero cuando corrían hacia mí, nos tocó a
nosotros”. Vio en primera persona la muerte de uno de sus hijo en el
acto, y meses más tarde su bebé moriría fruto de las secuelas del
bombardeo. Ella todavía conserva las marcas permanentes en sus muñecas
que le recuerdan diariamente el horror vivido.
Otro
superviviente, Abubekeren Ben-Nani Abdalame, de 70 años, relataba en el
mismo reportaje como “de repente se lanzaron las bombas. Había carne y
huesos por todas partes. Una bomba alcanzo a una enfermera que estaba
embarazada, partiéndola en dos saliendo el feto disparado”. Solamente en
esa ráfaga de bombas murieron 60 personas y entre los heridos graves
estaba su madre, que quedó paralítica.
Las operaciones de la
aviación marroquí continuaron hasta finales de marzo de 1976. En ese mes
Argelia abrió sus fronteras para acoger a los refugiados saharauis en
la región desértica próxima a la ciudad de Tindouf.
El inicio de un exilio de 44 años
Muchas de las víctimas de la masacre de Um Draiga se establecieron en
el campamento de refugiados de Dajla, uno de los cinco que se
establecieron y tomaron por nombre el de las principales ciudades del
Sáhara Occidental ocupado: el Aaiun, Auserd, Smara, Dakhla y Boujdour,
antes 27 de febrero, día de la proclamación de la independencia de la
República Àrabe Saharaui Democrática (RASD) en 1976.
Durante
meses el Frente Polisario y la Media Luna Argelina ayudaron a trasladar a
decenas de miles de personas hacia esta región segura. Tras esta huida
obligada, la población saharaui quedó dividida en dos: los que pudieron
huir a territorio argelino y los que se quedaron en los territorios
ocupados.
Aquellos que poblaron los campos de refugiados de Tindouf y
sus descendientes, continúan allí 44 años después con enormes
dificultades. Los que quedaron en el Sáhara ocupado sufren desde
entonces una brutal persecución y represión, con torturas, detenciones,
desapariciones, violaciones y asesinatos.
Son ya miles los
muertos y desaparecidos de estas largas cuatro décadas, además de
cientos de presos políticos de los que apenas se sabe nada. Uno de los
principales centros de detención y tortura, la Cárcel Negra del Aaiun,
mantiene a decenas de ellos privados de libertad y sometidos a torturas y
malos tratos de una forma sistemática.
Estas violaciones
continuas de derechos humanos fueron incluso asumidas por voces del
régimen, como algunos de altos cargos del ejército de Hassan II, que
reconocieron como se ejecutaba a presos saharauis y se les arrojaba
vivos desde helicópteros al desierto del Sáhara. Tanto estas
declaraciones, como otras muchas evidencias denunciadas por diversas
organizaciones de derechos humanos de todo el mundo, han sido
sistemáticamente silenciadas por el régimen marroquí, hoy con el sucesor
de Hassan II en el trono, Mohamed VI, y los gobiernos imperialistas del
Estado español, Francia y EE.UU.
El gobierno de PSOE-UP mantiene la misma política cómplice contra el pueblo saharaui
Hasta la entrada en el gobierno las fuerzas que integran Unidas Podemos
se habían mantenido en una posición de apoyo a causa saharaui. Asumían,
podríamos decir, un “consenso” existente en la izquierda del Estado
español de solidaridad y soporte a sus reivindicaciones democráticas, el
retorno a su tierra y el derecho a poder constituir su propio Estado.
Sin embargo parece que una vez dentro del Consejo de Ministros, tanto
Podemos como IU estarían asumiendo otro “consenso” antagónico, el que
han mantenido hasta ahora los gobiernos de la UCD, el PP y el PSOE. El
Estado español, aunque formalmente se ha manifestado a favor de la
realización de un referéndum de autodeterminación, en los hechos ha
hecho bloque con la monarquía marroquí, EE.UU. y el resto de potencias
imperialistas de la UE. Una posición que ha permitido que empresas
españolas puedan seguir participando del expolio de los recursos del
Sáhara Occidental, muy especialmente sus ricos bancos de pesca o la
arena empleada para la ampliación o restauración de playas.
Un
ejemplo de este cambio fue su silencio absoluto ante la reciente
justificación de la concesión de la máxima condecoración de la Guardia
Civil a un torturador del pueblo saharaui. Aunque esta se realizó en
2019, por el gobierno del PSOE en solitario, Unidos Podemos optó por no
molestar al ministro del Interior Marlaska cuando desde el grupo
parlamentario de EH-Bildu se preguntó y denunció esta condecoración.
La colaboración con la policía y el ejército marroquí es parte de la
estratégia de extranjería del que es el gobierno de la quinta potencia
imperialista de la UE, gobierne quien gobierne. Algo que explica que
tampoco el nuevo ejecutivo haya planteado ninguna medida para lograr la
extradición de los 11 altos cargos militares marroquíes, que desde 2015,
están procesados por el Juez Ruz de la Audiencia Nacional por delito de
genocidio por algunos de los crímenes que se cometieron contra
refugiados del Sáhara Occidental entre los años 1975 y 1992.
La
lucha del pueblo saharaui seguirá contando con el apoyo y la simpatía de
una parte muy significativa del pueblo del Estado español e
innumerables entidades sociales, políticas y culturales. Desde aquí la
mejor ayuda a su lucha es denunciar el rol cómplice del imperialismo
español en la ocupación, expolio y represión que padecen. Un apoyo
internacionalista, sin la más mínima ilusión en los gobiernos de turno
que no dejan de defender ante todo los intereses de las grandes empresas
nacionales (en este caso sobre todo pesqueras y de construcción).
Una solidaridad que sirva de balón de oxígeno para que el pueblo
saharaui pueda retomar la lucha por su derecho a la autodeterminación
desde el exilio y los territorios ocupados, en alianza con el resto de
sectores que combaten al régimen marroquí -como hemos visto
recientemente en el Rif o antes a la juventud del movimiento 2O de
febrero- y el resto de pueblos del mundo árabe, desde Argelia hasta el
Líbano o Iraq, que se están empezando a levantar de nuevo contra sus
gobiernos autoritarios y vendidos al imperialismo.
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