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Fuente: Y… ¿Dónde queda el Sáhara? / Por Bahia Mahud Awah / Fotos: Ana Pulido
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Ponencia
y debate en el V Congreso Internacional de Antropología. Pensar
culturas cambiar mundos. El pasado jueves 11 de julio presenté en este
congreso de la antropología celebrado en la Universidad Autónoma de
Madrid un tema que me preocupa sobre el culturicidio cultural que
practica impunemente la administración marroquí en las ciudades
saharauis ocupadas, El Aaiun, Smara, Dajla y Bojador.
Debo
señalar que este tema llamó mucho la atención entre ponentes,
estudiantes e investigadores que trabajan en el continente africano. “Investigadores,
antropólogos, sociólogos e historiadores, los saharauis claman vuestra
conciencia académica en visibilizar y tratar en los foros académicos
este tema”. Concluí en mi ponencia apelando la conciencia del científico social.
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En
el pueblo saharaui “Hay un sello característico en aquellos semblantes
que refleja con bastante claridad la diferencia de pueblos, individuos y
hasta familias”. (Bonelli, 1887: 124-125)
(…)
La fisonomía nos separa de ellos, / los atuendos nos separan, / el
ajuar nos separa, / Y la lengua nos separa/ y de ellos nos aísla (…) el
poeta Beibuh Uld Biddi Uld El Hach
Me
introduje en este complejo y preocupante tema aclarando que: Esta
comunicación que voy a presentar, partiendo de su temática, la he
titulado “Culturicidio de la ocupación militar, caso Sahara Occidental”. Pero
no sin antes aclarar algunos aspectos relacionados con esta categoría,
culturicidio, que la antropología entiende en su concepto académico
como etnocidio.
La expresión “culturicidio” aún no está definida ni incorporada al
registro académico como flagrante violación de los derechos culturales y
de identidad en conflictos bélicos. Algunos investigadores antropólogos
usan culturicidio como análogo del genocidio en el contexto cultural,
como en los casos de Guatemala, Argentina y actualmente en la excolonia
española el Sahara Occidental, en la parte del territorio que ocupa
Marruecos desde 1976. “Si una cultura está sometida a un dominio
absoluto de otras sobre ella, puede quedar herida, o deformada, o
incluso desparecer”. Ngugi wa Thiong´o en su libro “Desplazar el centro”
La lucha por las libertades culturales. Entiendo que los intelectuales
saharauis del exilio debemos partir del discurso de nuestros eruditos
africanos. Es decir emprender la resistencia a la condenación, como nos
apela Wa Thiong´o en «El papel de los intelectuales».
Ese
pensador keniata autor del libro “Descolonizar la mente” en este
contexto de inculcación contra la cultura afirma que “La receta para la
cura más adecuada depende de un análisis riguroso de la realidad”. Y en
este trabajo parto de este planteamiento en el que Ngugi nos insiste en
la rigurosidad. Y el erudito y poeta saharaui Badi Uld Mohamed Salem
también nos lo reitera en esta frase cuando quiere afirmar sobre un
hecho expuesto al debate y que necesita de rigurosidad. “Que Dios me
deje sordo si en algún momento he escuchado algo sobre ello”. El rigor
en la historia y sus hechos es fundamental para los eruditos saharauis.
Respecto
al uso del término culturicidio, consulté con mi director de tesis, el
profesor Juan Carlos Gimeno, sobre este emergente concepto en el
lenguaje de la antropología, que está buscando su espacio para ser
verbalizado como tal en los eventos académicos y tratado en diferentes
contextos culturales. Y me aclaró que, “Independientemente de la
cuestión teórica o disciplinar hay un elemento muy importante que es la
recepción normativa de estos términos en el derecho internacional y la
posibilidad de utilizarlos para la denuncia y la defensa de pueblos,
comunidades y colectivos particulares”. Y evidentemente es lo que me ha
llevado a este tema que está en debate entre los saharauis dispersos
entre la ocupación, el exilio y la diáspora. Gimeno me aclaró también
que el “genocidio es un término que se usa para el culturicidio, siempre
tratando de delimitar las características de genocidio que hace que una
experiencia particular sea definida con este término”.
Por
otra parte, en mis indagaciones sobre el concepto he leído que el
culturicidio es un debate dentro de los efectos de la violencia en
Guatemala y en Argentina. Y con estos antecedentes me he situado en el
contexto para poder tratar la categoría etnocidio en un contexto
cultural violentado, que en este caso afecta a la cultura
afro-árabe-senhaya del pueblo del Sahara Occidental, que vive desde 1976
bajo una administración marroquí de ocupación, de cultura opuesta e
impuesta a la suya.
Cuando
trabajaba el texto leí un artículo del cineasta y político argentino
Jorge Edmundo Coscia, quien desempeñó el cargo de Secretario de Cultura
de Argentina. Ese artículo fue publicado en septiembre de 2011 bajo el
título de “El culturicidio en Argentina” y aquí Jorge Coscia usa el
término para denunciar la hegemonía cultural. Y cito este fragmento de
su texto:
“No
podemos negar que no puede haber políticas culturales exitosas en
países que fracasan, países que no logran encontrar un destino de
autonomía, de justicia, un destino, en definitiva, contenedor de la vida
de la gente que son esencialmente vidas culturales”. Y concluye
afirmando que “la hegemonía cultural es la madre de todas las
hegemonías”.
Cuando
el poder quiere dominar un pueblo política, geográficamente y borrarle
como identidad cultural, lo primero y más eficaz que le aplica es la
destrucción de sus particularidades culturales, desnudarle de su esencia
cultural en el sentido de Ngugi wa Thiong´o: “En el continente negro
empezamos a entender que el poder colonial real no consistía en los
cañones de la primera mañana sino en lo que seguía a los cañones. Y
detrás de ellos venía la nueva escuela”. Marruecos tras la retirada de
España eliminó todos los colegios bilingües hasania-español que habían
en el territorio e impuso su nuevo diseño de neocolonización, escuelas
donde predomina la dariya marroquí y la lengua francesa. Y esta política
de marroquinización hizo que empezarán a erosionarse la lengua
saharaui, hasania, y el español, como legado lingüístico heredado de un
siglo de convivencia cultural.
Así
empezó la praxis de la neocolonización y la ocupación en el Sahara
Occidental, borrando lenguas y moldeándolas a su concepto de
marroquinidad cultural”. El caso que se da en el Sahara Occidental es
atípico, porque Marruecos ha sido colonizado por Francia y tras su
independencia comete la atrocidad de convertirse en reproductor de la
practica colonial en el continente que sus pueblos predican doctrinas de
descolonización y anticonialismo en todas sus formas.
Y
aquí quiero destacar que la identidad cultural saharaui comienza a
configurarse desde el siglo XI cuando aparece el primer verso en
hasania. Y se consolida a finales del siglo XVII tras la guerra Shar
Bebba[1] 1466-1674 entre
las tribus árabes Beni Hasan venidas a África desde la península arábiga
y la confederación bereber africana Maquil en su simbiosis de senhaya,
zenata, lemtuna, mezaba y zenaga, que habitaban el territorio mucho
antes de la invasión árabe al norte de África.
Las
dos culturas, la senhaya africana y la árabe se mezclaron, convivieron y
de este mestizaje cultural nació la lengua saharaui y mauritana,
hasania, con su muy marcada y distinguida literatura e idiosincrasia
social, con notorios rasgos que las distinguen del entorno geográfico
africano y árabe.
Respecto
a estas particularidades visibles de la identidad cultural saharaui y
mauritana, si nos remitimos a finales del siglo XIX encontramos uno de
los primeros testigos occidentales que remarcaron los rasgos diferentes
de esta cultura con respecto a las otras vecinas. Me refiero al
expedicionario colonial español Emilio Bonelli en su viaje al territorio
del Sahara Occidental en 1887. Cito un fragmento de su texto:
“Esa
raza varonil, sagaz é (sic) inteligente, más altanera cuanto mayor es
su decaimiento, y que, no obstante la mezcla consiguiente de individuos
de diversas tribus y comarcas, conserva inalterables los caracteres
generales con que se la conoce en el orden sociológico. No se encuentra
en el Sahara el mismo tipo que en la Tunicia, Trípoli, Argelia ó
Marruecos, con los cuales podríamos comparar sus habitantes. Hay un
sello característico en aquellos semblantes que refleja con bastante
claridad la diferencia de pueblos, individuos y hasta familias.
(Bonelli, 1887: 124-125)
Las
tesis marroquíes sobre el territorio y sus habitantes intentan
tergiversar la historia y exponen que el Sahara Occidental y Mauritania
no son más que la prolongación de la cultura marroquí en otros tiempos,
mucho atrás. La cita de Bonelli refuta ese planteamiento marroquí
inargumentable. Y el tratado sociológico del sabio saharaui Chej Mohamed
El Mami (1792-1865), Qitab Albadia, también lo refuta categóricamente
en un pasaje de la obra, cuando afirma: “Somos un pueblo nómada que vive
situado entre el Reino Ismaelí (en referencia a Marruecos) y el país
Albisyabilla” (en referencia al Imperio de Mali) en Rio Senegal.
El
fiel registro del pasado de la cultura saharaui y su historia está en
el verso. El difunto erudito y poeta nacional saharaui Beibuh Uld El
Hach, (1929-2017) al respecto subraya en estos versos los opuestos
rasgos culturales saharauis con los de Marruecos. Tesis que va en la
misma consonancia que Emilio Bonelli.
(…) La fisonomía nos separa de ellos,
los atuendos nos separan,
el ajuar nos separa,
Y la lengua nos separa
y de ellos nos aísla (…)
Y
aquí estoy hablando de la identidad cultural saharaui en su actual
situación, expuesta a erosionarse a la fuerza, ser absorbida o destruida
por la cultura marroquí, impuesta desde 1976 a la población autóctona
saharaui de los territorios ocupados.
Este
tema no es la primera vez que ha sido tratado por académicos de las
ciencias sociales como denuncia dentro del contexto de etnocidio o
culturicidio. El profesor en derecho constitucional Francisco José
Palacios de la Universidad de Zaragoza, en un artículo publicado en
marzo de 2011 titulado “Sahara y Palestina: Olvidados etnocidios en un
siniestro simulacro de soluciones”, afirma que:
La
Resolución 1514 de la ONU que data de 1960 y contempla los derechos
políticos y culturales indica que: “La sujeción de pueblos a una
subyugación, dominación y explotación extranjeras constituye una
negación de los derechos humanos fundamentales, es contraria a la Carta
de las Naciones Unidas y compromete la causa de la paz y de la
cooperación mundiales”.
¿Por
qué entonces a la población saharaui que vive bajo ocupación marroquí
no se le ha respetado ese derecho de existir culturalmente contemplado
en la Carta Magna de las Naciones Unidas? ¿Se trata entonces de un
etnocidio, culturicidio o genocidio cultural que el mundo y sus
convenciones, tanto políticas como académicas, ignoran?
El
pensador y académico keniata Ngugi wa Thiong´o en su libro
“Descolonizar la mente” cuando estudia las hegemónicas lenguas
neocoloniales en África explica cómo el colonizador o el nuevo
colonizador intenta destruir un pueblo y su cultura. Y cito sus
palabras:
“El
efecto de una bomba cultural es aniquilar la creencia de un pueblo en
sus nombres, en sus lenguas, en su entorno natural, en su tradición de
lucha, en su unidad, en sus capacidades, en último término, en sí
mismos”.
Justamente
es esto lo que pretende Marruecos con su política de culturicidio que
practica en la parte anexionada del territorio. Y partiendo de este
planteamiento de Ngugi, a continuación voy identificando aspectos
principales de la cultura saharaui que en este caso son violentados por
el régimen marroquí durante estos 42 años de administración de facto en
el territorio.
Tres
núcleos urbanos donde Marruecos ejerce este culturicidio en el Sahara.
Veremos en este mapa donde identifico los tres puntos de concentración
de la población saharaui, y la coexistencia con la administración de
facto que impuso la ocupación con sus colonos traídos desde diferentes
zonas de Marruecos para modificar la demografía de la población
saharaui, se trata de las ciudades ocupadas El Aaiun, Smara, Bojador y
Dajla, antiguo Villa Cisneros.
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Elaborando argumentos he recogido
testimonios, imágenes cedidas por activistas culturales, pinturas
realizadas por artistas saharauis, videos de testimonios recogidos por
escritores viajeros de España y también información aportada por
miembros de la plataforma Defensores del patrimonio cultural saharaui,
que se encuentran en territorios ocupados. Este culturicidio hoy puesto
en debate entre los saharauis abarca tanto el patrimonio cultural
material como el inmaterial.
Patrimonio cultural inmaterial:
el más afectado es el idioma hasania y sus oraturas (literaturas),
vehículo principal de la identidad cultural saharaui. El hasania ya no
se enseña en el colegio y es sustituido por la dariya marroquí desde una
edad muy temprana en las guarderías y los colegios que dirigen y
gestionan colonos marroquíes.
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Facsímil en hasania del poeta Sidati Uld Chej Ahmed Uld El Heiba
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Ngugi wa Thiong’o afirma que “El cañón
violenta el cuerpo y la escuela fascina el alma”. La lengua hasania se
ha quedado limitada exclusivamente en el ámbito familiar saharaui. ¿Y
por qué? Y esta es la pregunta que le hice al presidente de la Asoc. por
la Conservación, Protección y Difusión del Patrimonio Cultural
Saharaui, Bachri Uld Ben Taleb residente en los territorios ocupados.
Cito textualmente su respuesta: “El maestro, el vendedor, el taxista, el
policía, el gendarme, el frutero, el funcionario, el agente secreto
hasta el barrendero todos son colonos marroquíes organizados en torno a
esta política de destrucción cultural. Esta invasión del espacio social
impuesta desde 1976, te obliga a usar el que para ti era un registro
extraño; y sin más te ves obligado a dirigirte a ellos minuto, hora,
semana, día y año con su dariya. Y así están neutralizando el uso de
hasania fuera de la casa. Están destruyendo poco a poco nuestra cultura
con métodos desde la escuela y la guardería”.
La nomenclatura sobre cómo se construye
el trinomio de apellidos saharauis, que es el puente genealógico que
enlaza la persona con sus ancestros, fue eliminada desde 1976 por la
administración marroquí. Lo que antes era Mohamed Uld Brahim Uld Salek,
hoy es Mohamed El Costurero o El Barrandero o El de Cabeza Grande. En el
caso de las mujeres, lo que era Sukeina Mint Yedehlu, hoy es Sukeina El
Idrisi, y cito el caso de la hija del gran clásico saharaui Yedehlu Uld
Sid. A Sukeina le borraron el apellido familiar saharaui y le
impusieron “El Idrisi”, apellido marroquí que no existe en la cultura
saharaui.
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Facsímil de la época colonial donde
aparece la nomenclatura con cómo se constituyen los apellidos saharauis
usando el Uld para enlazar los hijos con los progenitores
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En cuanto a las prácticas sociales,
conocidas como Al Aaraf, casi de la fiesta del bautizo, la fiesta del
divorcio o la visita a las tumbas de los familiares, también son
perseguidos por la administración de ocupación.
Tras los levantamientos saharauis del año
2005 la administración marroquí prohibió la visita a los cementerios,
porque esta práctica supone desde tiempo inmemorial un tipo de
resistencia pacífica antiocupación. Y cito el caso de la tumba de Hafed
Buyema, primera víctima asesinada en 1974 por el franquismo en El Aaiun,
que se encuentra en el Cementerio Cuartel del Ejército. Marruecos
prohibió el acceso a ese cementerio por las reiteradas veces que la
tumba de aquel militante aparecía cubierta con la bandera nacional
saharaui.
Los nombres saharauis de Lala, Mulay y
Sidi son vetados en los documentos por la administración, porque Lala en
la dariya del ocupante es la Princesa, hija, hermana o nieta del Rey.
Mulay es el príncipe o nieto del rey y el nombre Sidi es un trato que se
da para mencionar al Rey, es decir mi amo, mi señor. Sin embargo, en la
cultura saharaui y mauritana son simplemente nombres propios.
Patrimonio cultural material. Se
refiere principalmente a los edificios históricos de la época colonial
que forman parte del registro de la historia del territorio y su pasado
colonial saharaui. Los más emblemáticos fueron derruidos por el régimen,
entre ellos El Fuerte de Dajla, el primero que fue construido en el
territorio. Otros han sido derruidos o corren grave peligro, como
iglesias, fuertes y la primera casa construida por una familia saharaui
en El Aaiun, los Moyan.
Está también el caso de lemsid,
recintos tradicionales para la oración, que los saharauis construían
frente a sus jaimas o casas, también usados enseñar a los niños a leer y
como espacio de reunión de los mayores.
Otro rasgo muy distintivo de la identidad saharaui es la vestimenta tradicional, la melhfa de la mujer y la darraá del
hombre. Y por ello y como señal de resistencia e identidad, todos los
presos políticos saharauis, cuando son presentados en los tribunales,
entran luciendo sus darraá o sus melhfa.
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El uso de la jaima tradicional saharaui
está prohibido por la administración marroquí tanto para los nómadas del
territorio como para la población que suele salir de las ciudades para
respirar aire de libertad fuera de los tres núcleos urbanos saharauis. Y
para ello ya existe una nueva placa en los códigos de circulación que
les prohíbe montar jaimas tanto en las playas y fuera de las ciudades.
Hay casos de familias que para usar las jaimas en su vida nómada están
obligados a solicitar permiso para montarlas en sus desplazamientos. En
esta comunicación incluyo otro caso de violación de los derechos en
cuanto a prácticas sociales de la cultura saharaui inmaterial, referido a
la privación de realizar el ritual social de visitar las tumbas de sus
antepasados.
Quiero exponer el caso de mi tía, hermana
de mi madre, quien me pidió que no mencionara su nombre. Vive en la
parte del territorio ocupado desde 1976, la última vez que visitó las
tumbas de su padre y de su abuelo fue en noviembre de 1974, siendo el
Sahara aún administrado por España. Las visitas se practican de forma
familiar y con su día de ritos, como rezos, diálogo con los muertos,
alabanzas y una comida compartida por el alma del familiar. Una práctica
con tintes religiosos y de tradiciones. En noviembre de 2007, mi
familiar decidió reunir a sus hijos y comunicarle su deseo de visitar
las mencionadas tumbas en la región central de Tiris. Los cinco hijos y
la madre viuda partieron camino hacia el lugar donde está la tumba de su
padre Omar y su abuelo Bujari. Y aquí cito los nombres porque como
antes había citado fueron apellidos eliminados de los nuevos documentos
expedidos por la administración marroquí. Omar, el padre, había muerto
en Am Ehkim Eshamis, el Año del Eclipse Solar, 1958. Su tumba
está al noroeste del monte Lask, en la ladera este de una pequeña colina
que lleva su nombre, conocida por Edleit Omar, la Colina de Omar,
en referencia a la vecindad de la tumba. Y por otra parte la tumba de
su abuelo dista unos 2 kilómetros al norte del monte Lask, en un lugar
llamado Bughrara, situado al sur del destacado monte Dumes
donde está la tumba del sabio y fundador de la primera Universidad
Itinerante Saharaui del Derecho Consuetudinario, Mohamed Uld Mohamed
Salem, muerto en 1884.
En palabras de mi tía, y cito
textualmente: “Ese día venía con mis hijos y con mucha ilusión a cumplir
el deber que siempre hemos practicado en nuestra cultura en recuerdo a
los seres más queridos que nos hayan dejado”. El tono de su voz era muy
apagado, la imaginé mirando hacia el suelo, al tratar de escenificar
cómo fue impedida la visita a las tumbas de sus familiares. “Cuando ya
estábamos cerca del monte Lask lo primero que vimos fue una Jashla,
cuartel militar, fortificaciones, zanjas, abrigos de refugio y cercos
de púas, justo en la ladera de la colina impidiendo el acceso a la tumba
de mi padre. Cuando los militares marroquíes nos vieron se acercaron
rodeándonos y les dije que quería acceder a rezar por el alma de mi
padre, cuya tumba está en la ladera. Burlones y desafiantes me dijeron:
“Mejor que os larguéis de aquí cuanto antes con esa ropa salvaje”.
¿Y justo en este momento qué sentiste?,
le pregunté a mi tía. “Cuando vi las caras burlonas con que me
respondieron los militares, me dolió mucho que también la tumba de mi
padre y de mi abuelo estén asediadas por cercos y campos de minas y que
mis hijos y yo estamos privados de visitarlas. Entonces ante la
intimidatoria mirada de los militares leí en sus ojos que mejor que yo y
mis hijos nos marcháramos de allí antes de un mal mayor, porque sabía
de casos que fueron agredidos y violados”.
En un momento tras hacerle esta pregunta,
mi tía hizo una pausa y me dijo: “¿A que no vas a publicar lo que te
estoy contando? Ya sabes que de hacerlo me podrías hacer daño a mí y a
mis hijos”.
Le prometí que no lo publicaría, pero que lo hablaría con investigadores y académicos que se interesarían para su estudio.
Y con estas breves conclusiones concluyo y dejo el tema abierto al debate entre los científicos sociales:
- Lo que acabáis de escuchar ¿es culturicidio, etnocidio, genocidio cultural?
- ¿En qué lado al respecto debe estar el mundo de la investigación que
trabaja en esa área del continente africano, en especial el mundo
académico español y portugueses?
- “Investigadores, antropólogos, sociólogos e historiadores, los
saharauis claman vuestra conciencia académica en visibilizar y tratar en
los foros este tema”.
- Y por último y con esto acabo, en 5 minutos os invito a observar
estas imágenes que por sí solas documentan lo anteriormente expuesto en
mi comunicación.
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[1] Bebba fue el nombre de un miembro de
las facciones tribales de los senhaya que habitaban esa parte del
áfrica saheliana y occidental, es decir Sahara Occidental y Mauritania.
Se dice que Bebba poseía un ganado camellar de su propiedad y a la vez
cuidaba un pequeño ganado que no era de su propiedad y solo que le ha
sido confiado por una familia para protegerlo. Ulemas árabes le
exigieron que debería dar el tributo de la sharia que correspondía a la
cantidad de su ganado y lo hizo como todos los años. Pero también
intentaron que entregara el tributo por el pequeño ganado que no es de
su propiedad y él rechazo alegando que no es suyo el ganado. Se cuenta
que fue agredido por los ulemas árabes y al enterarse los senhaya
emprendieron contra los árabes la guerra Shar Bebba que duro 30 años.
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