Son muchas las historias que aparecen en
este libro, de personas huyendo hacia un destino incierto, de paisajes en los
que el hombre ha tenido que luchar de forma permanente frente a la adversidad.
Hay hogueras que se avistan desde lejos, espejismos en los que se sumerge la
mente y se hace pequeña frente a la soledad. Allí siempre está la palabra y el
verbo del narrador. Una jaima, una tabla de madera, un Almurabit
ofrece toda su sabiduría en la que se mezclan el miedo, la soledad y la
esperanza.
“La Luz de Cuatro Velas”, es un viaje por
varios continentes, un recorrido en el que aparecen varias estaciones de la
vida, siempre a través del abuelo Sidati y su nieta Marta, protagonistas de un
viaje que empieza con una historia de amor entre nómadas en el Tiris
,
donde el viento de arena se convierte en el espíritu de los enamorados.
El hasania
la lengua de los saharauis aparece en cada texto, indicando nombres de lugares
y de plantas. Se fusiona con el castellano en una rica mezcla que han sabido
cultivar las mujeres y los hombres del Sahara.
Aparecen relatos en la que una despedida se
convierte en una carta que probablemente no tenga respuesta. Siempre hay un
encuentro entre culturas que dialogan para abrazarse en una ciudad imaginaria
“en la que la esperanza se hizo verdad”.
Los protagonistas de estos cuentos, sacan
sus sentimientos y descubren su capacidad, frente a un destino que no han
elegido.
Prevalece un orden en cada historia en la
que el ser humano nace, vive y muere, sin nunca perder la esperanza en transformar
su viaje interior y vencer su propio miedo.
Quiénes conocen a los saharauis saben que
son grandes narradores de cuentos y fabulas como las de Chertat
,
el erizo o el chacal. Chertat es un personaje que adquiere unas veces forma
humana y otras veces forma animal. A veces es glotón y otras veces es vencido
por el miedo y la mentira.
Cuentan que una noche al abrigo de una
montaña, Chertat tenía mucha hambre y estaba acompañado de su madre. No tenía
nada que comer, entonces encendió una hoguera y empezó a calentarse en medio
del frío, luego cavó un pequeño agujero al lado del fuego y se imaginó que en
su interior había mucha carne asada. La madre de Chertat se acercó entonces a
calentarse y pisó el agujero que había cavado Chertat. Esa acción enfadó tanto
a Chartat que le dijo a su madre, «me has estropeado la carne que tenía
guardada».
La
madre sorprendida le contestó: ̶ El
agujero que cavaste está vacío, no hay carne ni comida.
Chertat todo colérico, le dijo, ̶ mi
imaginación me enseñó que había carne en el agujero y has pisado mi imaginación,
estropeando mi cena.
La madre sorprendida ante su respuesta se
marchó dejándolo solo frente al fuego.
Historias sobre el hambre, la codicia, el
valor se han ido contando de jaima en jaima en El Sahara. “La Luz de Cuatro
Velas”, pretende a través de cada vela contar una historia, mientras la llama
siga iluminando el interior de la noche.
Esta entrega de historias recorre paisajes
en la que la nieve, la humedad y un sol débil inclinado hacia el sur son los
auténticos protagonistas.
En el Tiris, al sur del Sahara siempre
habrá una hoguera encendida esperando que alguien rompa el silencio de la noche
con la palabra merhba
,
merhba, bienvenido, bienvenido. A partir de allí nace una breve historia que
cuenta:
“Si llegas alguna vez,
a
una tierra Lisa y blanca
acompañada de inmensas estatuas negras
y el andar pasivo de camellos y beduinos,
recuerda que existe una tierra sin amo y
sin dueño,
espejo y alma
de todo ser inocente”.