PAMPLONA- Olatz Lakarta tenía muy claro desde pequeña que su vocación era ayudar a los demás. A sus 21 años está estudiando Trabajo Social y ayer ella y su familia recibieron por tercer año consecutivo a Lala Salem, una niña saharaui de doce años que vive en Auserd, uno de los campamentos de refugiados de Tinduf.
Olatz comenzó a interesarse por el Sahara después de pasar un verano como monitora en un piso de niños saharauis discapacitados: “Había un piso en Berriozar y como a mí me gustaba ayudar me metí. Los niños me encantaron y entonces ese año fui al Sahara por primera vez”. Era 2011, y viajó a casa de la directora del piso, que era tía de Lala. “Allí la conocí y desde el primer momento me enamoró. Era buenísima y muy pequeña y decidí que en verano quería que viniese a vivir a casa”, recuerda la joven berriozartarra, que apunta que en su familia ya es “como una hermana más”.
“Desde el primer momento Lala me enamoró y decidí que viniese a casa en verano”
olatz lakarta
Colaboradora de acogida
“Al final se crean lazos muy fuertes y ahora tenemos una familia en otro continente”
amaia lakarta
“Al final se crean lazos muy fuertes y ahora tenemos una familia en otro continente”, afirma Amaia Lakarta, que, al igual que su hermana, va a estudiar Trabajo Social. El año pasado fue la primera vez que viajó a Tinduf y después de dos veranos con Lala en casa tiene claro que volverá al Sahara en diciembre.
UN VERANO DIFERENTEPara Lala, pasar un verano en Navarra es un descanso de lo que supone la vida en los campamentos de refugiados, aunque al principio la adaptación es lenta. “El primer año es un poco duro para ellos, les cuesta adaptarse y algunos lo pasan mal porque echan de menos a sus familias”, comenta Olatz.
En Auserd, Lala y su familia viven con su abuela desde que las inundaciones de 2015 destrozaron la casa donde vivían hasta entonces. “La vida en el Sahara se está occidentalizando un poco, pero la situación sigue siendo mala. Poco a poco se va poniendo luz a los campamentos, pero hace falta más ayuda”, explica, no obstante añade que las familias de acogida también aportan cantidades económicas que son “muy importantes” para los campamentos.
Olatz, Amaia y Lala no van a parar en todo el verano, y piensan pasarlo entre chapuzones en la piscina, actividades con el resto de niños saharauis y excursiones. “Tenía muchas ganas de venir, aquí me lo paso muy bien y Olatz y Amaia son como de mi familia”, reconoce la pequeña. Además, aprovechará para ir al médico y al dentista, dos servicios que escasean en Tinduf. “Muchos vienen porque necesitan una mejora atención”, aclara Amaia. - U.Y
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