La ferrolana Ana Rodríguez Veiga no tiene hijos, pero sabe bien lo que es vivir con niños pequeños, porque desde hace ya dieciocho años, cada vez que llega el verano, las puertas de su casa se abren para acoger durante dos meses a niños saharauis. Primero fue Kafia, después le siguió Hanna y el último en beneficiarse de su solidaridad ha sido Yusef, un pequeño de los campamentos de Tinduf al que ya conocía de oídas, porque se da la circunstancia de que el niño es sobrino nieto de su marido, Zein El Ger, un saharaui que llegó a Galicia hace ya 25 años y que lleva unido a Ana desde entonces.
«Cuando supimos que Yusef iba a venir a Galicia gracias al programa Vacaciones en paz, lo reclamamos y pedimos que nos seleccionasen a nosotros como familia acogedora», rememora Ana. Corría el año 2016 y lo que en principio iba a ser una experiencia temporal terminó convirtiéndose en una estancia permanente. «Al poco de llegar a Ferrol, le detectaron un problema renal, un síndrome nefrótico, así que decidimos acogerlo de forma permanente, porque en Tinduf no hay médicos especialistas ni medicamentos para tratar su dolencia. Si Yusef volviese a los campamentos del Sáhara, no sobreviviría ni un año», explica Zein El Ger.
Mientras ellos hablan, Yusef observa sonriente, se come a besos a su «tía» Rebeca -la hermana de Ana y delegada de la Asociación Solidariedade Galega co Pobo Saharaui en Ferrol- y pregunta una y otra vez que cuándo le van a hacer a él la entrevista. A sus nueve años (llegó a Galicia cuando tenía seis), parece un niño feliz, a pesar de su dolencia y del largo peregrinaje por hospitales al que se ha tenido que enfrentar desde que se la diagnosticaron. Primero recibió atención en el Hospital Marcide de Ferrol -donde la familia de acogida de Yusef encontró el apoyo del doctor Borrajo, una auténtico «ángel de la guarda» que se volcó desde el primer momento con el pequeño- y, de allí, saltó al Materno Infantil de A Coruña. Ninguno de los tratamientos que le prescribieron en los hospitales gallegos resultó efectivo, así que los médicos decidieron enviarlo a La Paz de Madrid, donde ahora prueba otra terapia. «Hay que esperar y ver lo que pasa. Si este tratamiento tampoco funcionase, no quedaría más remedio que hacer un trasplante, pero por el momento estamos esperanzados, porque los médicos lo han visto muy bien», cuenta Ana todavía fatigada tras su última visita al hospital madrileño, adonde viajó en ambulancia el pasado fin de semana junto a Yusef.
Un reencuentro anhelado
A causa de la dolencia, el pequeño no puede hacer gimnasia, tiene que tomar más de diez pastillas al día y a veces sufre molestos efectos secundarios. Pero todo eso no le duele tanto como estar alejado de su madre y de sus dos hermanos. Por eso ahora Ana, Rebeca y Zein están buscando la manera de que la madre del pequeño pueda viajar a Galicia para reunirse con él, «al menos para darle un abrazo y estar juntos unos días», dice Ana.
Para ella y su marido la situación no es fácil, porque ambos están en el paro. Por eso agradecen infinitamente la ayuda que les da el Concello para pagar los medicamentos. Y el apoyo incondicional que siempre han recibido de la Asociación Solidariedade Galega co Pobo Saharaui, que los están ayudando para que Galuha, la madre de Yusef, pueda viajar pronto a Ferrol.
«Mucha gente me dice que por qué me complico así la vida, pero ¿cómo no lo voy a hacer? Si yo fuera madre y mi hijo estuviese enfermo también me gustaría que me echasen una mano», reflexiona Ana. A su lado, Yusef sigue reclamando la atención de la periodista. Cuenta que está muy contento en Galicia, habla maravillas de sus compañeros del colegio de Recimil, confiesa que le pirran los «dibus» de la tele... Y, mirando a lo lejos, allá en el futuro, desvela un gran sueño. «De mayor quiero ser médico».