Sandra Barneda
Hay agujeros negros de la física y agujeros negros del silencio
que actúa como buen censurador y se lo traga todo. Uno de los agujeros
negros del silencio es el Sahara Occidental.
A pesar de que esta semana se celebró en el
Parlamento Europeo la jornada
‘Violaciones por los Derechos en el Sahara Occidental’,
todo lo concluido o tratado se lo ha tragado el agujero. Apenas unos
breves destacados y algunas noticias y ¡Ya! Seguimos en las mismas que
todos los años, y esto se parece más a contar ovejas o al día de la
marmota que a la intención real de arreglar el conflicto que lleva años
metido en ese agujero silenciado. Me ha alegrado que el
eldiario.es haya decidido ahondar en el tema e incluso haya metido a modo de reflexión la
“(i)responsabilidad” de todos por nuestro espaldarazo a su sufrimiento.
El
Sahara Occidental no es una tierra rica, pero
precisa de la misma atención que el resto. Desde hace cincuenta años
reclaman algo de lo que se habla mucho estos días por estos Lares: el
derecho a un referéndum de autodeterminación en el que el
pueblo saharaui decida sobre su futuro político, independiente o integrado en
Maruecos.
Mientras se decide la comunidad internacional, decenas miles de
personas llevan más de 40 años viviendo en campamentos como refugiados
en medio del desierto, dependiendo de la cooperación para abastecerse
porque ahí lo único que crece es la arena.
Los jóvenes alimentan su esperanza de quienes les visitan y les cuentan cómo es su país o los lugares donde han estado
–¡Yo viajo a través de tus ojos!– Me dijo hace años nuestro guía, un muchacho joven, cuando fui al
Festival de Cine del Sáhara.
La llama de la esperanza recorre direcciones opuestas a la llama del
olvido; cuanto mayor es una menor es la otra. La falta de perspectivas
es notoria, pero eso no es lo único con lo que deben lidiar los s
aharauis.
Desnutrición infantil, alto índice de mortalidad en los partos…Y todo
por qué? Porque se ha decidido que ese sea un agujero negro silenciado
que lleva desde noviembre de 1975 incrementando su profundidad sin que
los gobiernos de
España y de
Marruecos se decidan a actuar; sin que la comunidad internacional les obligue a actuar.
El tiempo sigue pasando, incrementando el reloj de arena del olvido,
frente al de la esperanza y las perspectivas de que un día, la que fue
la última colonia de
África, sea declarado territorio autónomo. Todos gozamos de la
(i)responsabilidad
de hacerlo posible o seguir negando la evidencia: sufrimiento de
decenas de miles de personas eternizadas en un limbo donde sólo reciben
la vulneración reiterada de sus propios derechos humanos. No es
necesario decirlo más alto, pero sí dejar de silenciarlo, de taparlo, de
convertirlo en la nada, en el olvido.