En el mundo occidental se desconoce la realidad del Sáhara Occidental
debido al bloqueo informativo impuesto por Marruecos, ocupante ilegal
desde 1975, a uno de los territorios más ricos de África. Este silencio
mediático impuesto impide que los periodistas extranjeros entren en los
territorios ocupados, y los pocos que consiguen entrar son perseguidos y
expulsados como fue el caso más reciente de Robert McShane de la
revista The Economist.
La juventud saharaui en los territorios ocupados rompe este silencio a
través de diversos medios de comunicación saharauis en Internet, que se
difunden través de aplicaciones para smartphones.
En un ambiente de extrema vigilancia y violencia los periodistas
saharauis arriesgan su integridad física diariamente trabajando de forma
clandestina. Los y las jóvenes desarrollan formas de conseguir hacer
salir alguna información e imágenes del terror que sus habitantes viven
bajo ocupación marroquí, el saqueo de los recursos naturales y el
apartheid social, económico y político a los que están sujetos.
Durante el juicio del grupo de presos políticos de Gdeim Izik
realizado más de 1000 km de distancia de Sahara Occidental, en Rabat,
varios equipos saharauis cubrieron los acontecimientos. Viviendo en
precarias condiciones y sin ninguna remuneración realizan lo imposible.
En un momento en que se habla de forma recurrente y casi
rutinariamente de empoderamiento de las mujeres en todo el mundo, las
mujeres saharauis y la sociedad que integran son una vez más un ejemplo.
Aicha Babeit, 24 años, de Media Bojador es la más joven del grupo que
encontramos, filma, graba y escribe para los Media Bojador, así como
Meriem Zafri, de 36 años, que es miembro de Smara News, Meriem El
Bourhimi 39 años y Afaf Houseini 32 Equipe Media y Salha Boutanguiza de
33 años de RASD TV. Todas ellas tienen en comun una fortaleza y
capacidad de resistir, convencidas de que su papel en la lucha por la
independencia de su pueblo es mediante la palabra y la imagen. Todos los
días son perseguidas, a menudo agredidas y bajo vigilancia constante,
teniendo en sus casas uno o más vehículos y agentes de las fuerzas de
ocupación para controlar quién entra y sale.
Las fotos de las brutales palizas de las que fue víctima Salha
Bountaguiza corrieron por las redes sociales, pero no lo suficiente para
ilustrar al grado de violencia al que ella y sus compañeras están
expuestas.
El trabajo realizado por estas mujeres sólo es posible gracias al
apoyo de toda la familia y la sociedad saharaui, en la que las mujeres
no son vistas como el “sexo débil”.
El trabajo duro, sin condiciones y situaciones de riesgo que estas
mujeres periodistas se enfrentan, no son para conseguir fama o progresar
en sus carreras profesionales, son con el único propósito de romper el
silencio y alertar a la comunidad internacional, indispensable y parte
integral de la lucha no violenta la resistencia saharaui.
La capacidad y el valor mostrado durante el juicio en Rabat, nos hace
pensar que, de hecho, los compañeros periodistas de países
occidentales, desarrollados y libres tienen una deuda con estas
periodistas. La deuda de divulgar el trabajo de las compañeras de la
profesión que traspasa lo inimaginable, sin ningún tipo de protección
para ellas o sus familias, prisioneras de la mayor prisión al aire libre
en el mundo.
Periodistas sin cartera que honran la profesión.