Patricio López
La
Cámara de Diputados le ha pedido a los últimos cinco gobiernos que
apoyen la lucha de este pueblo contra la ocupación marroquí. Este año
volvieron a hacerlo con la presidenta Bachelet, pero no hubo respuesta.

En
las épocas previas al actual declive del ciclo progresista en América
Latina, gobiernos e instituciones de la región, como el ALBA y CELAC,
promovieron la puesta en agenda de la lucha regional contra los
colonialismos del siglo XXI, de los cuales en el continente quedan tres
vestigios: Guantánamo, las Islas Malvinas y Puerto Rico. Ellos, que son
símbolos de este lado del mundo, están hermanados con una lista donde a
nivel mundial destacan dos reivindicaciones: la de los pueblos de
Palestina y de la República Árabe Saharaui Democrática. Ésta última es
proclamada en castellano, debido al largo periodo en que estuvo anexada a
España. Es por eso que los saharaui sienten un vínculo de colonialismo
común con América Latina, al mismo tiempo que acusan a España de
haberlos anexado primero y traicionado después.
El Sahara
Occidental era la provincia número 53 de España. Como el resto de los
países de su entorno, luchó por el derecho a un proceso de
descolonización y un estado independiente. Sin embargo, el régimen
franquista de la época cedió a las presiones de Marruecos y entregó el
Sahara a Hassan II. A la ocupación del Sahara le siguió la guerra, hasta
que en 1991 se firmó una tregua con la promesa de un referéndum de
autodeterminación auspiciado por la ONU.
Ha pasado un cuarto de
siglo y la consulta aún no se ha celebra. Esta opresión ha fragmentado
al pueblo saharaui: una parte vive en precarias condiciones bajo la
ocupación marroquí, otra está refugiada en los campamentos argelinos de
Tinduf y cientos de miles se han desperdigado por Europa. Los Acuerdos
de Madrid firmados el 14 de noviembre de 1975 por España, Marruecos y
Mauritania nunca fueron validados internacionalmente y la
responsabilidad de España sobre su excolonia sigue vigente. Sin embargo,
la ha abandonado, como denunció Alí Mojtar, embajador Saharaui en
Misión especial para Chile.
En el plano de las responsabilidades
políticas en ese país, una porción significativa le cabe al Partido
Socialista Obrero Español (PSOE) y muy especialmente a su líder
histórico, Felipe González. El 14 de noviembre de 1976, el entonces
secretario general del Partido viajó a los campamentos de refugiados
para apoyar al Frente Polisario: “Sentimos vergüenza de que el Gobierno
no haya solo hecho una mala colonización sino una peor descolonización,
entregándoos en manos de gobiernos reaccionarios como los de Marruecos y
Mauritania. Nuestro partido estará con vosotros hasta la victoria
final”.
Pero,
como en otros temas, Felipe González llegó después a hacer, decir y
pensar lo contrario, convirtiéndose en un defensor del régimen marroquí.
“El país con mayor espacio de libertades que conozco del mundo árabe es
Marruecos, incluidas las autoridades del Sahara Occidental”, afirmó
años más tarde.
La
posición de España, donde el tema saharaui se ha vuelto
comprensiblemente un tabú, ha influido en América Latina. Como decíamos,
contra esto el ciclo de gobiernos progresistas acrecentó y transformó
en oficiales las simpatías ante la lucha saharaui. Esta causa ha tenido
el reconocimiento de más de 80 Estados en el mundo y, en esta región,
aliados incondicionales como Cuba, Venezuela, Bolivia, Uruguay, El
Salvador, Ecuador y Nicaragua, mientras México es el único país que
aloja a las dos embajadas: Marruecos y la República Árabe Saharaui
Democrática (RASD).
En respuesta, Marruecos ha decidido poner a
América Latina en el centro de su acción diplomática por la soberanía
del Sáhara Occidental. Gracias a esa ofensiva, Panamá y Paraguay dieron a
principios de este año la espalda al Frente Polisario al permitir la
apertura de embajadas de Marruecos en Ciudad de Panamá y Asunción.
A
estas alturas, para Marruecos el Sáhara Occidental se ha convertido en
un símbolo patrio y en el eje de su cancillería, a pesar de que en
paralelo debe enfrentar la convulsionada situación en Medio Oriente.
En
lo que respecta a Chile, este año la Cámara de Diputados reiteró la
aprobación del Acuerdo que ya se oficializó ante los gobiernos de Frei
Ruiz-Tagle, Lagos, Bachelet, Piñera y nuevamente Bachelet, solicitándole
a la Presidenta reconocer a la República Árabe Saharaui Democrática y
respaldar el referéndum de autodeterminación como parte del cumplimiento
de los Acuerdos Internacionales, de modo que al fin el pueblo saharaui
pueda decidir su propio destino. Esta sucesión de pronunciamientos del
Parlamento no se ha traducido, sin embargo, en una toma de postura
oficial por parte del Estado de Chile.
El embajador Mojtar
denunció, en todo caso, que el apoyo parlamentario se ha producido a
pesar de la inusitada presencia de Marruecos en Chile, si se considera
la baja importancia geopolítica mutua. Según denuncia la autoridad, una
tarea central de la delegación marroquí es capturar apoyos del
Parlamento chileno a través de prebendas como viajes para los
congresistas y sus familias con todos los gastos pagados, lo que en su
consideración constituye una “compra de conciencias”.
De hecho, en
el contexto del acuerdo aprobado este año, parlamentarios denunciaron
“a la Embajada de Marruecos en Chile, la que realizó un intenso y
rechazable lobby, presión y amedrentamiento con ofertas de viaje a
Marruecos con gastos pagados a diputados, para intentar comprar
conciencias de los diputados e impedir que el Congreso volviera a
reiterar nuevamente su postura de apoyo a la autodeterminación del
pueblo saharaui, y la solicitud a los gobiernos de turno de reconocer a
la RASD”.
La prolongación del conflicto, las penurias cotidianas
del pueblo saharaui y la clara postura de Naciones Unidas en favor de su
causa han transformado a esta lucha en una de las que mejor encarnan
hoy la voluntad anticolonialista. Hace dos días el canciller de Argelia,
Ramtán Lamamra, exhortó a la ONU a continuar sus esfuerzos para
encontrar una solución al conflicto por la ocupación marroquí del Sahara
Occidental. Los vientos de liberación y descolonización en África
facilitaron a todos sus pueblos la posibilidad de la independencia, con
la excepción del saharaui”, recordó y nos recordó este dirigente.
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