viernes, 7 de junio de 2013
Por Luz Marina Mateo, para VSOA
Ushuaia (Argentina), 06-06-13
(VSOA).- Los días 3 y 4 de junio de 2013, se llevó a cabo el seminario
“Transformaciones del orden internacional. Oportunidades y desafíos: su
evaluación desde la Argentina y desde la provincia de Tierra del Fuego,
Antártida e Islas del Atlántico Sur”, en el Centro Austral de Investigaciones
Científicas (CADIC-CONICET) de la ciudad de Ushuaia, organizado conjuntamente
entre el CADIC y el Consejo Federal de Estudios Internacionales (COFEI).
El mismo contó con la
participación de los prestigiosos profesores Norberto Consani* y Javier
Surasky**. Este último habló sobre Cooperación Internacional y Medioambiente,
introduciendo en su ponencia la cuestión de los recursos naturales del Sahara
Occidental.(...) sigue...
Cabe destacar que Ushuaia, sede
del encuentro, es la ciudad más austral del mundo (al sur se halla la
Antártida), capital de la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas
del Atlántico Sur.
Aquí les presentamos un tramo de
la ponencia del Prof. Surasky:
La relación de
superioridad que el hombre ha establecido con la naturaleza, es lo que va a
permitir primero el colonialismo, luego el neocolonialismo. La justificación
científica de la política colonial está directamente asociada por un lado, a
que el hombre se creía superior a otros animales y, entre esos animales, se
ubicaban los negros y negras, que estaban a medio camino; o, en nuestras
sociedades, se identificaba en ese espacio a los pueblos originarios, sobre los
que hubo que salir a discutir si eran personas o no.
Estas relaciones,
además, van a producir algo que para mí es trascendental para entender la
problemática ambiental, la cual no es provocada por mala gente que se levanta
de mal humor a talar árboles o de alguien que se pelea con su pareja y sale a
contaminar el mundo como venganza.
La problemática
ambiental no empieza en el ambiente sino mucho antes. Fundamentalmente, está
asociada a las prácticas de producción y consumo con las que nos movemos en el
mundo de hoy. Si se lo “sobreconsume” al ambiente y se lo agrede como está
sucediendo, es porque ese ambiente está en condiciones de producir riquezas. ¿Y
por qué se ve así? Porque se considera que la naturaleza está ahí con un único
fin: ser sometida y dominada. Esto significa que el hombre está para controlar
las fuerzas de la naturaleza y ella está para darle recursos al hombre.
Recursos que se transforman en monetarios, no en recursos para vivir. Para los
fisiócratas, es la fuente originaria de las riquezas.
Y hoy, que nos alejamos
de los fisiócratas, conocemos bien cuál es la problemática de las materias
primas y de salir a invadir países por petróleo u otros recursos naturales. Lo
cierto es que hay una ruptura entre el ser humano y la naturaleza, una dualidad
ajenizante: la naturaleza está de un lado y el ser humano está del otro, no es
parte de ella. Me pregunto, sinceramente, qué somos, entonces. Parece que somos
otra cosa y vinimos al mundo para aprovecharnos de “eso” que es la naturaleza y
que ha sido puesto a nuestro servicio.
Junto con la dualidad
ajenizante, hay que destacar la existencia de una diferencia ajenizante, la
cual se expresa de muy distintas maneras pero siempre tiene que ver con la
forma en que me acerco ya no a la naturaleza sino al “otro”. ¿Quién es el otro?
¿Cuál es el lugar del otro? Ahí talla fuerte la cooperación internacional. En
la cooperación internacional tradicional, fíjense que se hablaba de “donantes”
y “receptores”: donde el primero da y el segundo se limita a recibir en una
relación de actividad y pasividad. En esta relación, el “otro” es un otro de
fracaso. En la perspectiva de los países ricos, el “uno” es el exitoso porque
es rico y el “otro” es la expresión de fracaso porque es pobre.
Esa diferencia inicial,
desvaloriza y separa. A punto tal ha sido trabajado esto, que otra vez aparece
de por medio la cuestión colonial y neocolonial pero con el diferente ya no
siendo solamente otro: ahora es “otro” y “peligroso”. Lejos de ser una fiesta y
una posibilidad de encuentro, la diferencia se ha convertido en una fuente de
peligro, en una amenaza para el modo de vida del que la establece en estos
términos y, por lo tanto, cree que su principal deber es destruirla antes de
que lo destruya. Esta es una clave en la que muchos leen las relaciones
internacionales.
De este modo, se cruzan
las dos variables. La variable de cómo vemos la naturaleza y nos relacionamos
con ella, con la de quién creemos que es el otro. En conclusión, si sumamos la
dualidad ajenizante -que nos separa de la naturaleza y nos pone en un lugar
diferente- a la diferencia ajenizante -que presenta al diferente como un
riesgo-, la resultante lógica tiene que ser el colonialismo (llamémoslo
tradicional o “neo”, para el caso da exactamente igual) y el saqueo de recursos
naturales.
La lógica es: “Si el
‘otro’ no importa porque es diferente (es, además, resultado de un fracaso y
ocupa un lugar donde hay recursos naturales que tienen que ver con mi necesidad
y casi con mi obligación de dominar la tierra y aprovechar lo que ella me da),
casi por derivación lógica tengo que terminar, necesariamente, en el saqueo de
sus recursos. Desconozco a los pueblos, la pertenencia, todas las resoluciones
que hablan de la soberanía de los pueblos sobre sus recursos naturales.
Simplemente voy y los tomo”.
Esto no es una cuestión
abstracta: esto es el petróleo de nuestras Islas Malvinas. Esto es el fosfato
de la República Árabe Saharaui Democrática en África, el último caso colonial
del continente. Esto nos está pasando de manera cotidiana.
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