TOMADO DE Tribuna abierta
Por Iñigo Bullain
SU
pasividad durante años en la guerra de Bosnia, o su connivencia en las
de Libia, Siria o Yemen, resultan contradictorias con semejantes
proclamas. Esa bipolaridad también se refleja en su actitud ante los
conflictos que padecen Palestina y el Sahara Occidental. La mala
conciencia europea, que permaneció inerme o colaboró con el genocidio
judío, ha favorecido la posterior barbarie israelí. Como declaraba
recientemente la joven palestina Ahed Tamimi, encarcelada por abofetear a
un soldado israelí: “Palestina está pagando el precio del Holocausto”.
Las reiteradas matanzas, 2004, 2008/9, que solo en 2014 provocaron en
Gaza miles de muertos entre la población civil, incluyendo a centenares
de niños, son una característica recurrente de la ocupación en el nuevo
milenio. Más allá de retóricas y estériles condenas, Europa colabora con
la especie de Sudáfrica en que se ha ido convirtiendo el estado judío.
Un estado racista que multiplica asentamientos -solo para judíos- en
tierras adquiridas ilegalmente según el derecho internacional y que
impone un sistema de apartheid sobre la población palestina. En lugar
del respeto a la Resolución 242 de la ONU y la creación de un estado
palestino, Europa ha ido permitiendo la emergencia de un gran Israel,
dominado por la creciente influencia de judíos ultraortodoxos. La
simpatía que durante décadas despertó el joven estado sionista, como
refugio para perseguidos, se ha ido evaporando ante la magnitud e
impunidad de la represión. La asombrosa recuperación de la lengua o la
utopía social promovida con los kibutz ha quedado eclipsada por la
desposesión y la discriminación que se impone sobre la población
autóctona.
Sin embargo, el lobby israelí, analizado por
Mearsheimer y Walt (Taurus 2007), utiliza sistemáticamente el argumento
del antisionísmo para tratar de silenciar cualquier crítica sobre el
Golem neofascista que se ha venido fabricando en la tierra prometida,
donde la otrora importante disidencia laica y pacifista israelí ha sido
arrinconada por el fundamentalismo religioso y el nacionalismo de la
ultraderecha populista que representan los gobiernos de Netanyahu. La
pleitesía occidental al gobierno de Tel-Aviv se ha ido convirtiendo en
norma y la supuesta política de ayuda al desarrollo en un recurso que
consolida la ocupación. Figuras como el líder laborista Corbyn,
disidente de la estrategia americano-israelí para Oriente Medio, son hoy
una excepción, cuya postura recibe un boicot y ninguneo mediático
permanente.
Pero
mientras la información sobre Palestina forma parte de la agenda
internacional, la tragedia saharaui permanece oculta para buena parte de
la opinión pública mundial y los grandes valedores de la ocupación
marroquí -España, Francia y Estados Unidos- han venido contando con la
aquiescencia de la UE. Sin embargo, en un fallo que le honra, el
Tribunal de Justicia de la UE dictaminó en febrero de 2018 que el
acuerdo de pesca con Marruecos debe excluir las aguas del Sahara
Occidental. La Curia de Luxemburgo, además de reconocer al Frente
Polisario como el legítimo representante del Pueblo saharaui, interpretó
que dicho acuerdo u otros convenios comerciales no pueden servir para
expoliar los recursos naturales del Sahara Occidental. Pero la trama de
corrupción que gobierna Marruecos, con la colaboración de sus aliados,
está tratando de impedir el cumplimiento de la sentencia.
La
Unión Europea suele presentarse como una potencia económica global
defensora de los derechos humanos. Pero esa retórica, como pone de
manifiesto la crisis migratoria, destila con frecuencia hipocresía y
cinismo
La UE lleva décadas amparando la
sucesión de infamias que padece el pueblo saharaui, que tras cerca de
100 años de colonización española fue vendido a Marruecos y Mauritania
mediante los vergonzosos acuerdos de Madrid. Incumpliendo sus deberes
internacionales, la vergonzosa huida de España forma parte de una
historia de ignominia sobre la que no se quiere hacer memoria. Todos los
gobiernos de la marca España, incluyendo los socialistas de González,
Zapatero o Sánchez, han tenido un comportamiento tan indecente como los
de UCD y PP, plegados al permanente chantaje y las amenazas alauitas
sobre Ceuta y Melilla, sobre las rutas del tráfico de drogas y la
inmigración ilegal. Mientras que Portugal, como antigua potencia
colonial, batalló incansable para procurar la realización de un
referéndum de autodeterminación en Timor Este, que finalmente se celebró
en 1999 y puso fin a la ocupación de Indonesia, la diplomacia española,
junto al lobby francés, sigue defendiendo los intereses de la corrupta
oligarquía marroquí. Un sistema donde
grosso modo el gobierno del
Palacio Real (Makjzen) se queda con el 20% y donde el alto mando del
ejercito es uno de los grandes beneficiarios del negocio de la pesca en
el banco sahariano.
Acosada en los territorios ocupados,
diseminada por todo el mundo en el exilio de la diáspora, y
sobreviviendo desde hace 40 años en campos de refugiados, la suerte de
la población saharaui no ha mejorado. En el territorio ocupado por
Marruecos, las violaciones de derechos fundamentales han sido una rutina
y quienes tratan de mantener la identidad saharaui están sometidos a un
acoso y represión constante. Las vejaciones o las sanciones económicas,
la vulneración de los derechos de manifestación, reunión o asociación,
el maltrato, la detención o la tortura forman parte de la política de
terrorismo de estado que Marruecos viene utilizando para asegurar su
dominio. Los centenares de desapariciones forzosas o el empleo de la
violencia sexual contra la militancia saharaui, a pesar de ser delitos
de lesa humanidad, no han pesado tanto como los intereses económicos
ligados al gobierno de Rabat. Sus aliados franco-españoles siguen
condicionando la política de la UE, cuyo objetivo es ignorar el mandato
de Naciones Unidas de 1973 y la resolución de la Corte Internacional de
Justicia de 1975 que encomendaron a España organizar la descolonización y
que reconocen el derecho del pueblo saharaui a autodeterminarse.
Aunque
Marruecos carece legalmente de derechos de soberanía sobre el
territorio del Sahara Occidental, el régimen marroquí ha construido un
muro de 2.700 kilómetros y sembrado de millones de minas antipersona el
territorio ocupado. Si bien trata de impulsar un relato blanqueador, la
magnitud de la represión no puede ocultar el rechazo a la entrada de
observadores internacionales, o que las denuncias por violación de
derechos ante la fiscalía (Procadaruría Real) no son investigadas, o que
más de medio centenar de defensores de los derechos humanos están
encarcelados acusados de terrorismo. Trabajos de investigación como
El Oasis de la Memoria o
En Tierra ocupada
tratan de visibilizar la represión permanente que también se ceba
contra la formación y empoderamiento de cientos de mujeres saharauis.
Así, tras un largo acoso, los servicios secretos marroquíes que
mantenían bajo cerco la casa de la mujer abierta en El Aiun gracias a la
red de solidaridad vasca han conseguido su cierre.
El europeísmo
también se desacredita con el apoyo que la UE presta a los intereses de
los más corruptos y poderosos. En concreto, con su connivencia con las
políticas de terrorismo de estado en relación a Palestina y el Sahara
Occidental. Noiz arte?