Cuando fue creada la Organización de las Naciones Unidas, en 1945,
mediante acuerdo de las grandes superpotencias militares y políticas de
entonces, se calcula que alrededor de un tercio de la población mundial
vivía en territorios denominados “no autónomos”, un colosal eufemismo empleado
para evitar la pronunciación del término colonia, que entonces y aún
ahora constituye una verdadera vergüenza histórica para eso que se ha dado en
llamar comunidad internacional.
Y es que el vertiginoso devenir de la historia coloca ya las luchas
revolucionarias que libraron los pueblos colonizados de India y África en un
plano ya casi tan legendario, que mucha gente ha asumido que esas conquistas
lideradas por seres excepcionales como Ghandi (asesinado en Nueva Delhi en
1948) o Lumumba (asesinado en Katanga en 1961) lograron exterminar la lacra del
colonialismo de la faz de la tierra.(...) sigue
Lo cierto es que, si bien muchos pueblos del mundo han avanzado
notablemente en el terreno de la liberación nacional, dejando atrás siglos de
dominación imperial, de ocupación colonial de sus territorios, de sojuzgamiento
extranjero, de secuestro histórico de la autodeterminación, no sólo hay que
tener conciencia que otras formas de coloniaje surgieron, se mantuvieron o se
potenciaron, sino que aun cerrando el 2013, la comunidad internacional exhibe
por un nuevo año una lista nada halagüeña: 17 territorios “no autónomos”,
sujetos de ocupación colonial por parte de las viejas potencias imperiales, un
resabio de soberbia, de prepotencia y de agravio permanente sobre los seres
humanos.
El Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, potencia nuclear
que hace parte de los 5 miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU,
con poder de veto sobre las grandes decisiones militares y políticas en el
planeta y un poco más allá, mantiene control colonial sobre 10 “territorios no
autónomos”, a saber las argentinas Islas Malvinas, Monserrat, Santa Elena,
Islas Turcas y Caicos, Anguila, Bermuda, Islas Caimán, Islas Vírgenes
Británicas, Gibraltar y Pitcairn. En pleno siglo XXI, la potencia nuclear cuya
extensión territorial es de menos de 250.000 Km2 controla colonias que juntas
casi alcanzan los 2 millones de km2, a las que denomina Territorios
Británicos de Ultramar. Por allí se entona aún el God save the Queen
con el que los lejanos pobladores de estas colonias rinden tributo a la Reina
Isabel II.
Acaso ese serenísimo canto insular ejerza un influjo sedante sobre el
inefable Comité de Descolonización de la ONU -que tras años y años de mandato-
no parece desvelarse demasiado ante este imperialísimo “derecho” de ocupación,
que si bien es mayoritariamente ejercido por quienes mandan en el Reino Unido
de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, algo también se llevan los Estados
Unidos de Norteamérica, que mantiene control colonial sobre Guam, Samoa
Americana y las Islas Vírgenes Norteamericanas.
Nótese que la presente reflexión no hace alusión al enrevesado caso de
Palestina ni al particularísimo caso puertorriqueño, cada uno con
características ciertamente distintivas, que merecerían sin duda sendas
aproximaciones desde el detalle imprescindible, pero que en todo caso exceden a
la lista que la ONU califica como “territorios no autónomos”, que en cambio si
incluye a Kanaky, ese archipiélago ubicado en Oceanía que los galos llamaron
Nueva Caledonia, y también a la Polinesia Francesa, de la que hace parte el
tristemente célebre atolón de Mururoa, recordado mundialmente por ser el lugar
favorito de los franceses para hacer pruebas nucleares. La lista de Naciones
Unidas la completan otros dos territorios: Tokelau, bajo dominio colonial de
Nueva Zelandia y finalmente el denominado Sahara Occidental, proclamada
República Árabe Saharahui Democrática, otrora colonia española hasta la
vergonzosa e irresponsable salida ibérica, acaecida en febrero de 1976, que
desencadenó la ocupación del territorio Saharaui por parte de Mauritania y
principalmente Marruecos, para posteriormente sólo permanecer Marruecos como
ocupante colonial que ejerce un férreo estado de sitio, cerco y persecución
contra la causa de la autodeterminación del pueblo Saharahui.
Todos los casos mencionados merecen ser resueltos satisfactoriamente de
cara al ejercicio de autodeterminación de los pueblos, pero la presente nota
quiere incidir particularmente acerca de la causa Saharaui. De todos los
denominados “territorios no autónomos” el del Sahara Occidental es el que sin
duda hace escenario de las peores injusticias y violaciones de los derechos
humanos del más de medio millón de personas que vive allí, que luchan
asombrosamente contra los durísimos efectos de la represión colonialista
marroquí.
Hace falta más acompañamiento, más cercanía, más solidaridad con la
causa Saharahui de parte de la comunidad internacional. Sabemos que la atención
suya normalmente privilegia otros intereses, generalmente ligados al
aseguramiento de las fuentes de energía del planeta y al sofocamiento de
movimientos de liberación y reivindicación nacionales. Por eso, nuevas
organizaciones internacionales como UNASUR, CELAC y ALBA están llamadas a tener
una presencia más activa y más influyente en los grandes temas de la humanidad,
el de la libre autodeterminación de los pueblos, uno de ellos.
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